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Ni podemos, ni queremos, ni sabemos
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Ni podemos, ni queremos, ni sabemos

martes 09 de septiembre de 2014, 12:31h
A la izquierda le ha salido un grano. La irrupción de Podemos en las pasadas europeas, y los resultados obtenidos han sido como la aparición de un fantasma para los partidos más a la izquierda de la propia izquierda. Hoy, los analistas vaticinan la probable desaparición electoral de los comunistas refugiados en Izquierda Unida. Y el sector más a la izquierda del PSOE también está en peligro. Para más ironía, el líder aparente de Podemos se llama D. Pablo Iglesias, como el fundador del partido de los socialistas.
Es evidente que, perdido el discurso, en este mundo globalizado donde las ideas han dejado paso a los pactos; donde la raíz ideológica que debía inspirar cualquier movimiento social se ha visto suplantada por el desparpajo de laboratorio (laboratorio de partido político, claro), el discurso de Podemos, que yo mismo he titulado de demagógico, es como un retorno a los inicios. Resulta en cierto modo evidente que una vuelta a los orígenes no tiene sitio en este mundo tan mercantilizado, pero a Podemos le ha dado resultado, hasta el momento.

Así, pues, asistimos a un espectáculo curioso en los medios de comunicación en el que se nos está mentalizando para hacernos a la idea de que Podemos puede llegar a ser, y en la persona de su dirigente D. Pablo Iglesias, inquilino del palacio de la Moncloa en un futuro más o menos cercano.

Como no soy adivino, no me voy a pronunciar, pero sí quiero llamar la atención ante el mensaje alarmista de algunos prestidigitadores de la comunicación que inyectan, un día sí y otro también, una dosis de inestabilidad mental en el sosiego colectivo de los españoles.

Porque, si a alguien ha hecho daño la llegada al escenario político de Podemos es, que se sepa, a la izquierda. Ha barrido su discurso y, además, los ha sonrojado –no es coña-. Para un militante de izquierdas, la posición aburguesada de los representantes de sus partidos es como una traición y eso es lo que ha hecho Podemos, señalar con el dedo las conductas y comportamientos en los que han caído los que se dicen representantes de izquierdas, instalados en la Casta.

Por otra parte, yo no creo que ser de derechas – ¡qué términos tan gastados e irreales! – sea condenable. Para empezar, lo que debería ser el programa político de los partidos de derechas es tan válido como el otro, otra cosa es la gestión y cómo se realiza esa gestión. Estoy convencido de que muchos de los votantes del Partido Popular, en las últimas elecciones generales, no aprueban la gestión realizada por el equipo de D. Mariano Rajoy. La diferencia es que la derecha, a diferencia de sus oponentes, no se ha regenerado en un partido con desparpajo y ha irrumpido en el panorama político con fuerza, como ha ocurrido al otro lado de la cancha. Y, para más desesperación de los prestidigitación de los medios de comunicación, de cuyas chisteras ya no salen conejitos blancos para gozo del espectador, Rosa Díez no está dispuesta a dar su brazo a torcer en lo que se refiere a un pacto con Ciudadanos, que podrían dar un soplo de vida a este desgastado panorama.

Si el señor Rajoy hubiera cortado por lo sano, que es lo que los españoles mayoritariamente le pidieron, habría cantado el gallo, anunciando la madrugada, el nuevo amanecer. Pero no lo hizo, y, desgraciadamente, los españoles ni podemos, ni sabemos, ni queremos remediarlo.
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