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ESPAÑA, EXCLUIDA DEL OPTIMISMO

Por Honorio FEITO
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honoriofeitogmailcom/12/12/18
jueves 19 de noviembre de 2015, 10:18h
Por unos momentos, la secretaria general del Partido Popular de Andalucía, doña Dolores López, número dos de la formación que dirige Moreno Bonilla, devolvió la esperanza al auditorio cuando, tras una locución intensa, celebrada el pasado martes en Granada, cerró su intervención con un convincente (aunque no convencido), ¡Arriba España!
El delirio se apoderó de los asistentes que, en un acto refractario, aplaudieron entusiastas. Digo que fue un acto refractario porque, de haber sido un acto reflejo, habrían correspondido con un ¡Arriba siempre!, que es lo que procede.

Pero la ilusión de los asistentes duró apenas nada. Cuando doña Dolores volvió en sí, después de su intensa peroración, se apresuró a aclarar que la frase había sido una “expresión desafortunada”, y, en principio, todo volvió a la normalidad vigente. La normalidad vigente excluye a España de cualquier acto oficial. Evidentemente, más si el nombre de España está sometido a vítores y ensalzamientos. Y la clase política, especialmente sensible a no dejarse reflejar en conductas de antaño, se apresura a aclarar cualquier desliz que el subconsciente, en plena verborrea mental, pueda provocar. Así que, tan pronto advirtió doña Dolores su decidido traspié, acudió a las redes sociales, que es donde se cuece el potaje de nuestra política social, para aclarar y desentenderse del entusiasta lema.

“Nosotros –dijo la secretaria general del PP de Andalucía- somos un partido con un único mensaje, ¡Arriba España!”, que dicho por un miembro de staff del Partido Popular no parece creíble, evidentemente. No es lo mismo gritar ¡Arriba España! que ¡Viva España!, que eso ya lo explicó don José María Pemán, aunque para los líderes del PP es prácticamente igual, genera las mismas críticas entre los meapilas de la Memoria Histórica y entre los perroflautas de lo políticamente correcto.

La ponente volvió a sus cabales y el público granadino, a su dura realidad. Dejó, no obstante, el cierre de la intervención de doña Dolores, un poso de esperanza desvanecido, no por las críticas de los podemitas, claro, sino por la rectificación. Es como si, de pronto, la obra se desvanece y cae hecha añicos por el rechazo del autor.

El gilipoyas que etiquetó el comportamiento de lo políticamente correcto sabía de las consecuencias de su invento; de la eficacia de la norma y de la efectividad que el procedimiento genera. Los miembros de la clase política conservadora, unos por convicción y otros por complejo, huyen de etiquetas y comportamientos de otra época, y prefieren presentarse ante el público como una nueva clase de políticos surgidos por generación espontánea. Antes de ellos la nada, ¿después de ellos?… (no contestaré por el momento). La izquierda, en esto, es radicalmente opuesta.

Desde hace algún tiempo, no se había oído en público la inspirada consigna falangista. Tal vez por ello, gran parte de los asistentes correspondió con una cerrada y no menos entusiasta ovación. De nada sirvió rectificar a la señora López porque, en las redes sociales, tuvo que soportar una lluvia de improperios y descalificaciones de sus contrincantes políticos y de sus enemigos sociales. Da pena ver avergonzarse, por ensalzar a España, a políticos inseguros y timoratos, pero lo triste es que España haya sido excluida hasta del optimismo.
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