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POLÍTICA Y VANIDAD

Por Honorio FEITO
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honoriofeitogmailcom/12/12/18
viernes 10 de abril de 2015, 07:38h
Antonio Maura
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Antonio Maura
Dicen los biógrafos que uno de los errores de Antonio Maura fue utilizar un apotegma político, el de transigir “porque eso, dicen, es gobernar…”, cuando allá, por 1904, siendo presidente del Gobierno, y estando al frente del partido conservador, se dejó llevar por las aclamaciones recibidas en la calle, porque consideró que eran garantía de la confianza de los españoles hacia su gestión. O sea, que el político mallorquín se meció en su vanidad y esa fue otra de sus equivocaciones.
Ante casi seiscientos diputados y altos cargos del partido, Mariano Rajoy intervino en la Junta Directiva Nacional para encender la llama de la autoestima, cuando los sondeos pre-electorales vaticinan una importante pérdida de votos del Partido Popular. Una convocatoria que tuvo, en la intervención del Presidente, la estrategia a seguir; un más de lo mismo de lo que ya viene siendo habitual en el mandato del señor Rajoy. que los españoles decidieran otorgar al Partido Popular la mayoría de los votos en las últimas elecciones generales, el 20 de noviembre de 2011, la estrategia de Mariano Rajoy, dicen que avalada e inspirada por el ínclito Arriola, asesor jefe de imagen e ideólogo, se ha basado en el asunto económico, cuyos resultados parece que comienzan a verse ahora, digo parece porque, de momento, únicamente los expertos muestran algún optimismo que, en algunos otros foros, es también discutido. Pero gobernar, recuerdan ahora a Rajoy, es algo más que gestionar la economía y muchos de los españoles que tradicionalmente votan al Partido Popular –no los que lo hacen ocasionalmente, claro- echan de menos la presencia del partido, y de muchos de sus líderes, en los grandes desafíos que España tiene planteados. O sea, que da la impresión de que el Estado está quebrado, y no sólo económicamente, porque el gobierno que preside el señor Rajoy se muestra timorato, a pesar de la dosis de autoestima de la reciente reunión de la Junta Directiva Nacional. Tal vez, como Maura, al señor Rajoy le gusta mecerse en ciertas aclamaciones, o aplica también el apotegma de transigir pensando, como le ocurrió a Antonio Maura, que eso es gobernar…

El otro asunto que embrida la vanidad con la política tiene como protagonista a la ex candidata electoral por Jaén, y por el PSOE, en las pasadas elecciones autonómicas a la Junta de Andalucía, Irene Sabalete. En medio de la campaña, la noticia apenas ocupó la atención de los medios de manera puntual, pero presiento que si la señora Sabalete hubiera militado en el PP, la cosa habría sido más aireada. Porque, en definitiva, los socialistas tienen más experiencia en manejar a los medios que los populares.

El caso es que a Irene Sabalete, la “broma” le costó ser excluida de las listas y no poder concurrir a la elecciones. Traicionada por una grabación de un móvil –ahora sí se confirma eso de que oyen hasta las piedras- la política andaluza no se anduvo por las ramas y soltó una perorata a muchos de sus colaboradores que, una vez hecha pública la grabación, se consideró constitutiva de un delito de coacción política. O arrimáis el hombro o, si perdemos la Junta, vosotros perderéis el empleo… Sabalete había sido detenida por la juez Alaya por su implicación presunta en el fraude de los cursos de formación, o sea, que juega al límite del fuera de juego. Pero el asunto de las coacciones políticas no es nuevo, en 1935, cuando todavía sonaban los ecos de la revolución socialista de octubre de 1934, dos diputadas también del PSOE, Veneranda García Blanco Manzano y Matilde la Torre, fueron denunciadas por el mismo motivo.

Se ve que, tanto en la derecha como en la izquierda, hay vicios difíciles de erradicar.
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